Remontándonos al origen y al primer impulso de hacer teatro, las anécdotas de cada uno confluían en una misma ilusión. Las compañías ambulantes que paraban durante las fiestas en las plazas de los pueblos, despertaron en su público infantil el deseo de ser ellos mismos los creadores de las historias de marionetas y actores. Así surgió el grupo con el nombre inicial de Kiriki en el pueblo de Cabezuela en Segovia. El trabajo `plástico´ en la creación de los muñecos , así como su puesta en escena , permitieron crear personajes con vida propia. Personajes que se relacionaban de una forma personal y diferente con el público que salía a su encuentro. En consecuencia surgió la necesidad de contar historias propias , incluso sin atenerse a la escritura dramática del pasado o a tradición oral alguna. Participando así de un encuentro vivo en el que el público se convierte en actor a través de una historia mágica.